19 de Abril de 2021

Producción caprina y agroecológica: una oportunidad de arraigo y exportación

La Cooperativa Tierra Campesina explica cómo produce, qué dificultades enfrenta y qué políticas públicas necesita el sector para generar trabajo genuino y aumentar la producción.

El sector caprino alcanza las cuatro millones de cabezas en la Argentina e involucra a 46.000 establecimientos. “La producción está, en un 90 por ciento, en manos de los productores de la agricultura familiar, campesina e indígena”, destaca Raimundo Laugero, integrante del área de producción y comercialización de la Cooperativa Tierra Campesina de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (UST) de Mendoza. La cooperativa demostró “la potencialidad de este sector productivo” cuando, en 2016, llegó a exportar 10.000 cabezas.  

Tierra campesina de producción caprina

“Arraigo” es una palabra que está presente a la hora de hablar de políticas productivas federales, una palabra que intenta asegurar que las políticas públicas tengan como eje la creación de puestos de trabajo e infraestructura para que quienes nacen en cualquier rincón del país tengan opciones de vida sin tener que migrar a las grandes ciudades. La cría de cabras está íntimamente ligada al territorio y, sobre todo, a la forma de vida campesina e indígena. 

Es un sistema portador de costumbres culturales muy arraigadas. Es algo a preservar, son oficios que se transmiten de generación en generación y de perderse son muy difíciles de recuperar”, señala el referente de la UST sobre el trabajo de los puesteros, símbolo de la cría caprina tanto como el método de la trashumancia (trasladarse con los animales según la época del año). 

La trashumancia y el trabajo de los crianceros, atravesando los campos en busca de las mejores pasturas para el ganado, es un método ancestral que mantiene la actividad en zonas del país donde el recurso hídrico es escaso. La Cooperativa Tierra Campesina reúne a 250 familias criadoras de cabras en Mendoza; en particular, en los departamentos de San Rafael, Malargüe, Luján y Lavalle.

Mendoza está entre las tres primeras provincias en cabezas de ganado caprino detrás de Neuquén, estabilizada en el primer lugar, y con números similares a los de Santiago del Estero y Chaco. En Malargüe, al sur provincial, la actividad caprina se ubica entre las principales, detrás del petróleo y el turismo —con el complejo Las Leñas como emblema—  y la producción de papa. 

En ese departamento, la tensión del modelo extractivista —con promoción para la inversión externa y costos ambientales— y el modelo productivo campesino de alimentación sana y segura para el mercado interno —con escasa promoción y recursos— se exponen con el debate sobre el ingreso del fracking, en una provincia que defiende con la Ley 7722 el recurso hídrico del uso de los químicos de la actividad minera y los hidrocarburos no convencionales.      

El tema del agua en la actividad caprina es una limitante natural, faltó siempre. Nunca hubo. Mendoza tiene el cuatro por ciento de la superficie irrigada, donde se concentra el 98 por ciento de la población y los sistemas productivos. El resto es secano y sistema cordillerano. La actividad caprina siempre estuvo ligada al 96 por ciento de la superficie provincial donde vive el dos o tres por ciento de la población con carencias estructurales históricas”, reseña Laugero. 

Malargüe y San Rafael tienen una ventaja para la cría de cabras. El sistema cordillerano aporta pequeños arroyos y vertientes que ofrecen mejores condiciones como en el departamento de Lavalle, en el norte mendocino, sin montañas ni vertientes naturales que abastezcan a lo que se conoce como el secano. “Es muy difícil que alguien que no haya nacido en ese esquema pueda hacerse puestero”, insiste el referente de la UST y concejal de Lavalle por el Partido Justicialista sobre la relación entre la actividad y la relación con la cultura campesina.

Insumo agroecológico y sustitución de importaciones 

En esas duras condiciones de producción, Mendoza cuenta con 8.000 productores de cabras de las comunidades campesinas e indígenas— muchos aún en la informalidad ante la falta de políticas públicas—. “La producción está, en un 90 por ciento, en manos de la agricultura familiar y campesina, pero todo lo que viene después es una traba tras otra para poder avanzar”, lamenta el integrante del área de producción y comercialización de la UST. 

Desde su conformación en 2008, la Cooperativa Tierra Campesina es la “multirubro” de la UST, el emblema con el que se impulsaron desde las actividades productivas —quintas de hortalizas, verduras y frutales hasta la producción de conservas como mermeladas y tomates triturados— y educativas —talleres, capacitaciones y la Escuela Campesina Agroecológica—. La diversificación se tradujo en nueve cooperativas, que fueron especializándose en cada una de las actividades y están cerca de conformarse en federación para dar el debate del modelo productivo. 

La producción caprina quedó dentro de las actividades de Tierra Campesina y puso en marcha la puesta en valor de la producción de los 250 productores que reúne. “La primera línea fue la valoración del guano de cabra en el sistema de producción agroecológica”, señala Laugero y destaca las propiedades del abono de cabra para reemplazar el de gallina, de uso extendido actualmente: “El guano de cabra tiene pastura natural, no tiene químicos, no tiene ningún insumo externo”. Ochenta productores agroecológicos de la UST y de otras cooperativas lo utilizan actualmente para el compost con el que nutren las quintas, un modelo que podría replicarse en todo el país.  

Otra de las líneas de producción impulsadas por la cooperativa fue la de crear un sistema de preacondiconado, logística y comercialización de cuero de alta calidad, como el conocido cuero de cabritilla, que “estaba atravesado por una cadena de intermediación excesiva”, señala el cooperativista. 

Tierra Campesina logró una articulación con Cooperativa Curtidores Unidos de Mendoza que favoreció a los productores, quienes recibían en la tranquera del campo el precio de entrada a fábrica sin intermediarios, con el descuento del flete y los gastos administrativos cooperativos, lo que significaba el triple del pago recibido con el sistema de intermediarios previo.   

La alianza con la cooperativa de curtidores comenzó en 2011 y en 2014, con respaldo de los ministerios de Agricultura y Producción accedieron a créditos para optimizar la logística y establecer centros de acopio, donde se controlaban las condiciones de secado y se lograba alcanzar mayores volúmenes de materia prima. 

El sistema excedió a los productores de la UST y sumó a productores caprinos de Neuquén, San Juan y San Luis, que recibieron talleres y capacitaciones para mejorar las técnicas de secado de la piel a nivel domiciliario, previo a la llegada de los camiones. Esas pieles preacondicionadas eran entregadas a la curtiembre, que realizaba el proceso químico para transformarla en cueros de alta calidad, y se dividían las ventas.  

“Fue un trabajo de cinco años en el que logramos sistematizar un volumen de 50.000 unidades por año. Comercialmente nos fue muy bien y comenzamos a generar una agenda de clientes como fábricas de zapatos y ropa. A principios de 2016, Macri abrió las importaciones de símil cuero de China y destruyó el sistema de tejidos. Fue imposible seguir trabajando y aún no lo hemos podido reconstruir”, lamenta Laugero. 

-------
Nota completa en "Tierra Viva - Agencia de noticias"

Relacionado con: