29 de Mayo de 2018

El desafío de la costura

La Cooperativa Textil del Sur reúne un grupo de mujeres de la Villa 21.

El proyecto de la Textil del Sur comenzó a gestarse por iniciativa de un grupo de militantes de la Villa 21 y del conjunto de viviendas cooperativo Monteagudo de Parque Patricios, en la Ciudad de Buenos Aires. La idea original fue crear fuentes laborales dignas para mujeres desocupadas de la zona, a las que luego se sumaron emprendedores varones. “Se comenzó a trabajar con máquinas familiares en un espacio prestado por la cooperativa, pero faltaba mucha capacitación, por eso nos incorporamos algunas personas que teníamos experiencia en oficios relacionados con la producción textil”, cuenta Milton Rivero, que entonces se dedicaba a la serigrafía. 

En 2014, finalmente, se formalizó la Cooperativa de Trabajo del Sur. La tesorera, Juliana Gamarra, especialista en manufactura en cuero, fue una de las capacitadoras que llegó para enseñar lo que sabía hacer. “Daba clases sobre labores en cuero. Aunque las propuestas en ese material no prosperaron, me invitaron a formar parte de la cooperativa y acepté, porque a mi edad es muy difícil conseguir empleo”, dice. También fueron varios los trabajadores y las trabajadoras que se acercaron al taller y que nunca habían tenido un empleo formal.

“Siempre trabajé por horas en casas de familia y un día vi un cartel en la puerta que pedía gente y entré como ayudante porque no sabía nada de costura. Doblé prendas, ayudaba en lo que podía y poco a poco los compañeros me fueron capacitando para la máquina, hasta que le agarré la mano”, comenta, orgullosa, Jésica Mejía, rectista, coordinadora de taller y actual secretaria de la cooperativa.

Luego de probar suerte en la confección de diferentes tipos de prendas, los cooperativistas lograron la concesión para la confección de guardapolvos para el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y también para el gremio de ATE, la Asociación de Trabajadores del Estado. “Al principio nos daban las prendas cortadas y nosotros los armábamos –cuenta Rivero, presidente de la cooperativa–. Para aumentar nuestros ingresos y consolidarnos, nos propusimos el desafío de realizar todo el proceso. Ahora hacemos desde la compra de la tela hasta obtener el guardapolvo terminado”.

Cuando el taller se trasladó de Parque Patricios a las actuales instalaciones ubicadas en Almagro, tenían solo cinco máquinas de coser. Con la ayuda financiera de una ONG española, pero, principalmente, gracias al aporte y ahorro solidario de los asociados, lograron equiparse mejor. Hoy, Textil del Sur cuenta con 23 máquinas industriales y automáticas: rectas, cortadoras, botoneras, ojaladoras, overlocks y collaretas, entre otras. “Juntábamos moneda por moneda –dice Gamarra–. De lo que cobrábamos por un guardapolvo, guardábamos una parte para poder comprar las máquinas. Todos estábamos convencidos de que esa es la mejor forma de crecer”.

A la par, con el fin de diversificar su producción, obtener más ingresos e incorporar más asociados, están gestionando, con el asesoramiento técnico del Área de Proyectos del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, un subsidio ante el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación para comprar nuevas maquinarias.

Actualmente, la Cooperativa Textil del Sur está integrada por 14 asociados y, como ocurre en la mayoría de los emprendimientos autogestionados, sus miembros desarrollan múltiples funciones, tanto dentro del taller de producción como en el consejo de administración, como cuentan Rivero, quien se encarga de marcar y cortar las prendas, además de ocupar el cargo de presidente, y Mejía, quien desde la máquina recta coordina las tareas del taller y también se desempeña como secretaria de la cooperativa. “Juliana es nuestra especialista en trámites y cuando vuelve de la calle continúa con su tarea de hacer ojales y pegar botones –cuenta–. Es así, todos hacemos de todo”.

 

Texto: Silvia Porritelli

Más noticias sobre cooperativismo en la web de Acción