29 de Noviembre de 2017

La Robla: un restaurante cooperativo en el microcentro porteño 

Los trabajadores autogestionan el tradicional bodegón.

 

“La experiencia cooperativista es un aprendizaje constante, en el que se intenta que el negocio sea exitoso y duradero para todos. Estamos en un equilibrio permanente, el tiempo dirá cómo seguimos”.  Quien habla es Carlos Delucca, uno de los históricos mozos del restaurante La Robla, transformado en cooperativa hace tres años, tras la quiebra de la empresa en la que era un empleado más. Así, el tradicional bodegón de la ciudad de Buenos Aires pasó a formar parte del universo de las empresas recuperadas argentinas, un colectivo al que el sector gastronómico ha sumado, en los últimos años, numerosas experiencias.

 

Desde su apertura en 1985, el próspero negocio funcionó en Viamonte 1615, convirtiéndose en uno de los más reconocidos y concurridos, localizado en una zona de la ciudad caracterizada por un gran dinamismo a todas horas del día. Fue manejado por distintos gerentes, hasta que su último apoderado, el uruguayo Alex Gordon, pidió la quiebra, que fue decretada el 28 de agosto de 2014. Actualmente, 17 de los 21 trabajadores que conformaban el plantel original se siguen desempeñando en el local al que se mudaron hace dos años, en Chacabuco 82, donde mantienen la calidad de sus platos, con especialidad en pescados y mariscos.

 

Para dar sus primeros pasos en la nueva etapa, se asesoraron con otras cooperativas que habían atravesado una experiencia similar para sacar adelante el negocio y defender sus puestos laborales. Un caso que los inspiró fue el del también restaurante porteño Alé Alé: tras varios intentos de desalojo, quienes antes habían sido empleados en el lugar habían logrado permanecer abiertos y consolidarse como cooperativa gastronómica. Su abogada, Ornella Nociti, los asesoró para sacar la matrícula, que consiguieron en un mes, y para solicitar un subsidio al INAES, que pudieron obtener a través de la Confederación Cooperativa de la República Argentina (COOPERAR). Según los trabajadores, esta ayuda económica fue clave para poder ingresar al nuevo local y ponerlo a punto.

El 10 de julio de 2015 los trabajadores de La Robla recibieron las llaves del nuevo local en el microcentro porteño. “Era la primera vez que iniciábamos un restorán. No teníamos ninguna experiencia en el mundo cooperativista, pero pudimos”, dice López. 

 

El principal inconveniente que hoy tienen es el de la falta de propiedad sobre los bienes muebles: todo lo que pudieron llevarse del local anterior tras el desalojo, pertenece a la quiebra. «El juez nos lo cedió para que continuemos trabajando, pero en algún momento van a establecer una fecha de remate y se va tener que dividir entre todos los perjudicados», cuenta López. Lo mismo sucede con todo lo que quedó dentro del local de Viamonte, que actualmente se encuentra cerrado y tapiado. “Tenemos pensado seguir la experiencia del restaurante recuperado Los Chanchitos, que pertenecía a la misma cadena que Alé Alé. El día del remate fue gente conocida de ellos a apoyar y pudieron quedarse con todo”, relata. Todavía no hay fecha de remate, pero los trabajadores de La Robla ahí estarán, defendiendo lo que es suyo. “La justicia es lenta y no nos queda otra que esperar –dice López–. Mientras tanto nos concentramos en llevar el negocio adelante, en tener las cuentas al día y en aprovechar las oportunidades que vayan surgiendo”. Delucca también apuesta al crecimiento del compromiso al interior de la cooperativa: “Todavía falta un cambio de cabeza, de actitud, de entrega. Cuando ese cambio se genere, va a andar mucho mejor la cosa”.

 

Texto y fotos: Maite Varela (Ansol/para Revista Acción)
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