15 de Abril de 2019

Una pizzería recuperada por sus trabajadores

Mi Tío está ubicada en el barrio porteño de San Telmo.

El horno no dio más para bollos y lo decidieron: para conservar las fuentes laborales la única opción era el cooperativismo. Cuando en marzo de 2017 encontraron el local de Estados Unidos y Defensa, en el barrio porteño de San Telmo, cerrado con candado y con cerraduras nuevas, avanzaron. Eran nueve trabajadores. Había muchos con 25 y hasta 30 años de antigüedad, pero también había otros “más nuevitos”, con poco más de una década encima. Todos se animaron y hoy están celebrando su segundo año como entidad asociativa. Tuvieron el acompañamiento de la Federación de Cooperativas de Trabajadores de la Economía Social (FETRAES).

El Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos los ayudó con un crédito que, a pesar del contexto, ya saldaron. “Nos vino muy bien para poder conservar este, nuestro frente de batalla”, dice Adrián Norberto Fernández, síndico de la cooperativa. Tejer vínculos con otras entidades de la economía social fue fundamental para poder resurgir y mantener vivo el emprendimiento ubicado en una zona estratégica de la Ciudad de Buenos Aires.

Fernández hace memoria de los comienzos, cuando la autogestionada comenzó a moldear su futuro en compañía de clientes “que ahora son amigos”. “De a poco se fueron enterando de nuestra situación, se juntaron firmas en el barrio, se acercaron vecinos. Toda esa movida nos sorprendió gratamente”, se alegra. Sin perder la sonrisa recuerda que se armaron numerosos grupos en las redes sociales y se juntaron firmas para que Mi Tío no se fuera del barrio.

De miércoles a lunes, la pizzería abre sus puertas de 8 de la mañana a 2 de la madrugada, para devolverle una cuota de pasado a San Telmo, una zona que cada día se vuelve más “moderna”. Y lo impregna con aromas de fugazzeta rellena, la especialidad de la casa. Su otra mejor receta, la autogestión, tiene tres ingredientes fundamentales: resistencia, organización y redes. Nada de mejunjes secretos.

 

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