Entre abejas y colmenas
La cooperativa Apícola Pampero tiene sede en Bahía Blanca.
Dada su biodiversidad, la zona apícola más importante del país es la región pampeana central y, dentro de esta, la cuenca melífera más productiva es el área ubicada al sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Fue allí, más precisamente en la ciudad de Bahía Blanca, donde, a partir del trabajo conjunto entre apicultores y asesores del programa Cambio Rural II del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), se conformó la cooperativa de trabajo Apícola Pampero. “Hace unos 10 años, los coordinadores y asesores, junto con los apicultores, decidimos comenzar a trabajar en investigaciones que derivaron en desarrollos innovadores con gran potencial en cuanto a la producción de miel”, comenta el ingeniero agrónomo y asesor técnico en apicultura Elian Tourn, presidente de la entidad bahiense.
Integrada por un grupo multidisciplinario de profesionales –entre los que se encuentran desde ingenieros, bioquímicos, veterinarios y técnicos apícolas hasta contadores, abogados, ingenieros mecánicos e incluso una licenciada de historia–, la cooperativa se formalizó en 2012.
Una de las mayores amenazas para la actividad apícola mundial es la varroa, un ácaro que parasita a las abejas y afecta su supervivencia. El primer y más importante proceso que llevaron adelante los cooperativistas de Apícola Pampero fue desarrollar un acaricida orgánico que permite combatir esa plaga con una eficacia del 95%. Lo hicieron junto con el INTA y las universidades nacionales del Sur y de Mar del Plata. “Aluen CAP es un medicamento orgánico, de origen natural, que revolucionó la apicultura mundial –explica Tourn–. Este potente acaricida evita la aplicación de productos sintéticos en las colmenas, protegiendo, de este modo, la salud de las abejas y evitando la contaminación de la miel”. La entidad desarrolló además un suplemento nutricional polínico para abejas. Estos productos se comercializan tanto en la Argentina como en Uruguay y en Chile. Y se está tramitando la posibilidad de exportar a Nueva Zelanda, la Unión Europea, Canadá, Rusia y a todos los países de la ex Unión Soviética.
Pampero nuclea a 280 apicultores que, en conjunto, poseen unas 105.000 colmenas. Como ocurre con otras experiencias apícolas, son pocos los productores que se dedican tiempo completo a esta actividad. “En la Argentina, en promedio, cada apicultor tiene alrededor de 150 colmenas y para que pueda vivir una familia se necesitan, dependiendo de la región y el trabajo, entre 1.000 y 2.000 colmenas. En promedio, nuestros asociados, que en su mayoría no son propietarios de los campos, tienen 450 colmenas –dice Tourn–. Por eso, en general, los apicultores tienen que tener otro trabajo para poder vivir”.
La entidad también provee a los productores de insumos, elementos, herramientas y maquinarias; la mayoría diseñados y desarrollados por el grupo de profesionales asociados. Además, la cooperativa se encarga de realizar el patentamiento de los desarrollos.
A fin de intervenir en toda la cadena productiva y agregar valor a la materia prima, la entidad bahiense acopia, procesa y fracciona miel en una sala de extracción de la localidad Felipe Solá, del partido bonaerense de Puan. Producen diversas variedades de miel cremosa, clasificadas de acuerdo con las cuatro subregiones del área de producción: Praderas Secas, Monte Nativo, Praderas Húmedas y Cordón Serrano. Buscando obtener un precio justo, estos y otros productos se comercializan en diversos puntos del país, a través, principalmente, de cooperativas y organizaciones de la economía social y solidaria. El trabajo mancomunado con otras entidades del ámbito solidario también hizo que la empresa apícola se acercara al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, que le otorgó un mesocrédito para la compra de insumos y materias primas, la reparación de maquinarias y herramientas de trabajo y el acondicionamiento de sus instalaciones. “Una vez más, el cooperativismo apoyó nuestra tarea y crecimiento. Este tipo de acciones demuestran los valores de un movimiento al cual estamos orgullosos de pertenecer”, destaca al respecto Tourn.
Por un lado, y con el objetivo de concientizar a chicos y adultos acerca de la importancia de la actividad apícola, promover un aumento del consumo y difundir los beneficios saludables de la miel, la cooperativa despliega diversas estrategias educativas en instituciones de Bahía Blanca y la región. Por otro lado, organiza jornadas de asesoramiento técnico, donde comparten sus investigaciones y conocimientos con actores vinculados a la actividad apícola.
Los productores apícolas bonaerenses se plantearon, desde el inicio, investigar, generar desarrollos innovadores, potenciar, diversificar y certificar la calidad de los productos. Su desafío principal es lograr que la apicultura sea una actividad autosustentable, a través de la democratización de los medios de producción. “Fue muy importante para nosotros formar la cooperativa. La gestión asociativa nos dio las herramientas necesarias para llevar adelante las investigaciones y poner en marcha los proyectos”, señala el ingeniero agrónomo. Y afirma que la gestión colectiva les permite obtener un precio justo para las producciones de los apicultores sin tener que recurrir a las empresas concentradoras del mercado.
Para potenciar sus emprendimientos, la Apícola Pampero impulsa además la transformación de sus materias primas en productos con valor agregado. La idea es no solo exportar miel a granel, sino también productos fraccionados y procesados. En ese marco, la entidad está desarrollando además dos tipos de cervezas artesanales con miel y malta, aptas para celíacos, y dos líneas de vino blanco espumante, dulce y seco.
Por Silvia Porritelli para Revista Acción